Existen pocos lugares de la ciudad que tienen algo de extraño, eso que te hace sentir como turista en el lugar donde vivís. Esa es la sensación que se percibe al entrar al Mercado de San Telmo una tarde cualquiera: la dinámica y estética de ese espacio conserva rasgos de antaño que lo vuelven ajeno a su contexto. Es típico, es barrial, es un recorte de lo cotidiano del siglo pasado y hasta del anterior. Su anacronismo vívido es lo que lo vuelve raro, especial. Entre los verduleros, floristas y anticuarios tomando mate y charlando de un puesto a otro, lo ecléctico se refuerza con la glorieta central, donde una barista de cabello rojo prepara cafés en su máquina rosa.
El aroma a café se mezcla con el sonido del tango de fondo y los colores de la fruta fresca. Lo inusual del escenario se disfruta como un observador desde la mesa de Coffee Town ubicada entre los corredores de este mercado que abrió por primera vez en 1897.
Esta cafetería ofrece 26 variedades de café que ellos mismos tuestan. Además se puede degustar el blend del mercado y el blend de la semana, ambos diseñados en su escuela de baristas.
No vuelvo otra vez. Los precios y la calidad no están a la misma altura. El café con leche que tomé hoy no me pareció bueno. Y el costo de las medialunas es desorbitante. Y las mismas las calientan en un microondas para ablandarlas. Me parece un robo lo que me han cobrado. Hasta nunca.
El servicio. Los cafés. El sabor. Todo. Hasta el crossaint de almendras. Todo ahí vale la pena