Villa Urquiza se caracteriza por ser un barrio abigarrado de edificios, pero todavía conserva un sector que mantiene el perfil de casas bajas, en el límite con Coghlan. Precisamente allí está una de las sucursales de Ninina, un gran local de perfil rústico pero elegante, con toda la fachada de vidrio para disfrutar a pleno de los días de sol. Sobre la calle Holmberg, casi esquina Monroe, una zona del barrio que ha sido recuperada y puesta en valor con nuevos complejos residenciales y comerciales. Gracias a esta renovación tiene un corredor peatonal parquizado que lo separa de la calle y se transforma en un espacio digno de aprovechar para sentarse a tomar aire.
El interior es amplio y se adapta a las distintas necesidades: mesas con sillas, tablones comunitarios, barra hacia la calle y hasta dos sillones tan cómodos que alargan la estadía de cualquiera que se recueste. En esta sucursal Ninina comenzó a tostar su propio café: llama la atención la máquina, ubicada en una sala contigua acondicionada para almacenar los paquetes ya listos. En los momentos en que está funcionando se convierte en la atracción y realza aún más el rasgo industrial que caracteriza a esta cafetería.
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